Desacralizamos (es decir, despojamos de su carácter sagrado) el silencio que nos han impuesto en forma de castigo, acercándonos a él desde el juego y la curiosidad, para entenderlo como un lugar de posibilidad y de placer. Mediante ejercicios y reflexiones, fomentamos la escucha, la empatía, la convivencia y el derecho a la diferencia. 

Este proyecto nace gracias a un encargo de la Red PLANEA y Pedagogías invisibles. Diseñé para su red de escuelas y educadores, que reciben un kit y una formación docente seguida de una acompañamiento con sus estudiantes (fuimos juntes al aula, para poner en práctica lo aprendido, a su manera). Empezamos por explorar el silencio, la colectividad y el anonimato para cultivar otros tiempos posibles. Me presento sin voz, a través de mis manos y mi ordenador (como dijo Holly Herndon, nuestro laptop es el instrumento más personal), preguntando a través de un texto escrito y performativo cómo imaginan que puede ser mi voz. Todas estas dinámicas se llevan después al aula con los grupos de estudiantes de cada docente participante.